Esta canción de Simon y Garfunkel en particular fue y sigue siendo una de mis canciones favoritas desde los años difíciles de mi juventud, en un país donde el racismo imperaba y la guerra y la avaricia se consideraban cosas de consumo común, como el rock y los chicles o gomas de mascar. Habíamos emigrado a fines de 1960 de una patria recién liberada de la dictadura batistiana, de un país supeditado a los intereses de los Estados Unidos desde sus comienzos, donde el racismo contra nuestros hermanos negros en los 11 cortos años de mi vida era total, y habíamos llegado al estado de la Florida, donde las pandillas de niñas blancas, azuzadas por sus padres, nos perseguían a las cubanitas con cigarrillos encendidos, y a menudo hasta los maestros nos decían que no valíamos nada, que veníamos de una cultura de tercera categoría y hablábamos un idioma de segunda. Todavía tengo el escupitajo de la mamá de una compañera de aula, que me gritó que no querían gente como yo en “América.”
La canción salió al mundo en el 1964, y en ese año nos habíamos trasladado a la República Dominicana; recuerdo que vivíamos en una casa alquilada en la Cayetano Rodríguez, y recuerdo las filas de campesinos y otras personas pobrísimas que deambulaban buscando algo que comer… los bebés y los niños con sus panzas enormes llenas de lombrices, a menudo desnudos, con sus ojitos llenos de dolor. No se le olvidan a uno las cosas cuando han ocurrido durante ese período de formación intensa para el trabajo de la vida que es la adolescencia, y que yo pasé en tres países antillanos: Cuba, la República Dominicana y Puerto Rico.
Recuerdo la invasión norteamericana de la República Dominicana por el contragolpe en el 1965, y la violencia de los golpistas, apoyados por los Estados Unidos y sus eternos dólares. Recuerdo el fervor del pueblo, la consigna de ¡Libertad o muerte! ¡Venceremos! Recuerdo las palabras del cura con el que había participado en un cursillo con mis compañeritas, en el décimo grado, que luego entendí había sido teología de la liberación… Y recuerdo llegar en un destructor escolta a Puerto Rico, el USS Ruchamkin, a la base naval de San Juan.
Recuerdo el fervor de mis compañeros estudiantes en la UPR, a la que fui admitida a mis 17 y dondé cursé estudios en el Programa de Honor de Charlie Rosario, que en paz descanse… Me había casado a mis 18 para salir de mi casa, donde el pan nuestro de cada día era capitalista, racista y contrarrevolucionario. En el año en que me gradué de la UPR, luego de una protesta pacífica que intentaba sacar al grupo para entrenar a militares (ROTC) del campus universitario, el presidente de la universidad, Jaime Benítez, llamó a la policía, y al salir del recinto universitario la policía balaceó y asesinó a una muchacha, Antonia Martínez, que miraba los sucesos desde el balcón de su alojamiento universitario… Recuerdo que el jefe de la policía dijo que la policía “no estaba armada,” y en alguna parte tengo todavía un afiche simple en blanco y negro con esas palabras, y con un hilo rojo de sangre desde el cuerpo de la pobre estudiante asesinada. http://www.elnuevodia.com/noticias/politica/nota/hoysecumplen45anosdelasesinatodeantoniamartinezlagares-2015027/
Recuerdo nuestra graduación de ese año, todas nosotras negándonos a recibir las medallas y los diplomas en rechazo a la maldita colaboración entre la administración y las fuerzas estatales de la represión… Y Puerto Rico, que fue en muchos sentidos mi segunda patria, hoy está en bancarrota total, porque los Estados Unidos de la Avaricia han arrasado con el país, con las instituciones sociales, con todo…
Ahora en este país estamos atravesando por un proceso electoral completamente corrupto, con dos partidos racistas y capitalistas que son las caras opuestas de una misma moneda. En el lado de los republicanos el proceso parece como un circo malo, donde los payasos lanzan epítetos racistas e incitan a sus partidarios al odio y a la violencia. En el lado de los demócratas, este partido ya ha decidido hace rato coronar a su candidata favorita, que tiene una larga historia como militarista, capitalista y racista.
Y está el candidato del pueblo, el socialista demócrata Bernie Sanders, con una larga trayectoria como hombre decente, peleador, incorrupto, el único que no acepta contribuciones de las grandes corporaciones, que se ha opuesto siempre a los proyectos de ley contra el pueblo, contra los pobres, contra los inmigrantes… el único que se ha opuesto a las guerras, a los bombardeos, a las políticas imperialistas de los Estados Unidos, que ha organizado y patrocinado tantos golpes de estado, como el golpe contra el gobierno de Zelaya en Honduras, apoyado precisamente por la otra candidata a la presidencia, la Sra. Hillary Clinton.

El proceso está completamente corrompido, e incluso la prensa apoya las maquinaciones e intrigas políticas de la Sra. Clinton y su sucia campaña electoral, que no debería sorprender a nadie que la haya estado observando, como lo ha hecho ya durante muchos años esta humilde servidora…
Pero los sonidos del silencio de todos los que tendrían que estar en pie en contra de estos abusos electorales imperan… Y para los que nos mantenemos en pie en contra de estos abusos, nuestros gritos de rabia chocan contra esta campaña desmedida para evitar el cambio revolucionario que hace tanta falta en este país, donde el caos imperante ataca, como siempre ocurre, a los más vulnerables entre nosotros, a ese 99% de la población adolorida…
Me niego a callarme; ya estoy demasiado vieja para permitir que estos sonidos del silencio sigan avasallándolo todo. Como dijeran aquellos cantautores maravillosos:
Y en la luz desnuda ví
diez mil personas, quizás más.
Gente hablando sin conversar,
gente oyendo sin escuchar.
gente escribiendo canciones que las voces jamás compartirán;
y nadie osó molestar a los sonidos del silencio.
Como decimos en mi patria revolucionaria, que persiste a pesar de los intentos de golpe de estado y otros horrores de este imperio, que desde sus mismos principios intervino para mantenernos con bozal y arreo, levantémonos, coño, y seamos hombres y mujeres dignas. Nos dice Hillel el sabio desde Babilonia: ¿Si no es ahora, cuándo? y también: Aquello que te sea odioso no se lo hagas a otro… el resto (de la Torá) es simplemente comentario. Ahora váyanse a estudiar.
Nos repite el santo de las Américas, Oscar Romero: Yo no me cansaré de señalar que, si queremos, de veras, un cese eficaz de la violencia, hay que quitar la violencia que está a la base de todas las violencias: la violencia estructural, la injusticia social, el no participar los ciudadanos en la gestión pública del país, la represión. Todo esto es lo que constituye la causa primordial, de la cual el resto fluye naturalmente. Y en su homilía poco antes de su asesinato por los esbirros adiestrados en la Escuela de Asesinos de los Estados Unidos: Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!
El Dalai Lama nos anima de la siguiente forma: Yo pido una reorientación radical lejos de nuestra preocupación usual con el ego propio hacia la preocupación con la comunidad mucho más amplia de los seres con los que estamos conectados, y con una conducta que reconozca los intereses de los demás en conjunto con los nuestros propios.
Entonces, organicémonos y traigamos una verdadera revolución a este país y a nuestro planeta asediado. ¡El pueblo unido jamás será vencido!
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